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20 abril, 2024

Vivir Bien

¿Por qué orar parece una aburrida y difícil tarea?

Por: Ava Pennintong*

La oración con frecuencia es descrita como hablar con Dios. Sin embargo, puede resultar difícil apasionarse en conversar con alguien que no podemos ver. Los expertos en comunicación confirman nuestra necesidad de sentir que nos escuchan cuando hablamos. Las mamás dicen a sus hijos “Mírame cuando te hablo”. Las esposas les reclaman a sus esposos que, mientras estén conversando, dejen el periódico, suelten el control remoto de la televisión o el teléfono celular.

Quienes nunca han establecido una relación personal con Jesucristo encontrarán casi imposible sentir pasión en conversar con Él. Hay una enorme diferencia entre conocer de Dios y conocerlo personalmente a través de Su Hijo. Acudir a la iglesia cada semana puede ayudarnos a conocer de Dios, pero no es garantía de que estaremos en una relación donde Lo conozcamos a Él. Incluso aquellas que tienen una relación personal con el Señor pueden sentirse desanimadas en la oración porque no se sienten tan cercanas a Él como quisieran estar. ¿Cómo orar si uno no se siente cerca de Dios?

Lo que podemos hacer

La oración ha sido algo que “tenemos que hacer.” La oración se vuelve tanto una tarea como una transacción: yo le pido y Él me da. Eso asesina la pasión por orar. Aunque las peticiones suenan espirituales, todas giran alrededor de uno. Por supuesto, Dios quiere que le pidamos por asuntos personales, pero debemos orar para estar en su presencia, que se le alabe por quien Él es, y que busque Su corazón antes de buscar Su mano. Acercarnos a Dios tímidamente puede parecer algo bueno, pero Su Palabra nos dice otra cosa. “Por tanto acerquémonos con confianza al trono de la gracia.” (He. 4:16); “Tenemos confianza para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús.” (He. 10:19). Saber que Jesús está intercediendo por nosotras (He. 7:25) nos da la confianza de acercarnos a nuestro Padre Celestial.

Otros asesinos

El desánimo, el orgullo y la culpa también asesinan la pasión por orar. Dios no está solo al pendiente de nuestras palabras, está mirando nuestro corazón. ¿Cuántas veces hemos orado solo para agradecer a Dios? Mientras más leemos la Palabra de Dios y crecemos en intimidad con Él, más podemos confiar en Su soberana voluntad. La seguridad que acompaña a la certeza de que, en realidad, nuestro Padre celestial sabe lo que es mejor.

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