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16 abril, 2024

Vivir Bien

Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Del santo Evangelio según san Mateo: 22,15-21

En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo.

Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: "Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie.

Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?". Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: "Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo". Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: "¿De quién es esta imagen y esta inscripción?".

Le respondieron: "Del César". Y Jesús concluyó: "Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios".

Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús. Credo.

 OBISPO

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Que Cristo fue una persona espiritual, y los cristianos debemos ser personas espirituales, ninguno de nosotros lo duda; lo de que debamos ser mundanos ya puede necesitar alguna explicación. Pero, si entendemos por mundanos personas que vivimos en el mundo y debemos vivir preocupados y comprometidos con el mundo, parece igualmente evidente. Lo demás es escapismo y renuncia a nuestra condición de seres humanos, que implica ser seres sociales, que vivimos en sociedad.

Como el tema es muy amplio y no se puede explicar aquí, ni en una ni en diez homilías, me voy a limitar a citar unas frases del Papa Francisco, en su exhortación apostólica "Evangelii Gaudium". Sobre la obligación de actuar como seres sociales dice el Papa: la evangelización abarca “todos los aspectos de la vida humana, de manera que “la misión del anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos.

Nada de lo humano le puede resultar extraño” (Documento de Aparecida). La verdadera esperanza, que busca el Reino escatológico, siempre genera historia” (Número 180). Y sobre la política y los políticos dice: “La política, tan denigrada, tiene una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común. Tenemos que convencernos de que la caridad no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la familia, el pequeño grupo, sino también las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas” (número 205).

En fin, conocida es la frase del Papa, cuando nos dice que “la salida de sí hacia el hermano” es uno de los dos mandamientos principales que fundan toda norma moral (número 179). Cumplamos, pues, religiosamente, con todas nuestras obligaciones sociales, económicas y políticas, dando al César lo que es del César, y hagámoslo amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos, dando a Dios lo que es de Dios.

"Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Esta afirmación de Jesús puede entenderse de muchas maneras, no siempre concordantes con el sentido que quiere transmitirnos el Evangelio. Hay quien saca la conclusión de que el cristiano no debe meterse en política, otros se atreven a decir que la religión es algo que "pertenece al ámbito de lo privado", hay quien sugiere que hay que aceptar sin contrariar las decisiones de la autoridad civil, mande lo que mande". ¿Cómo debemos entender esta expresión?

En primer lugar, analicemos el contexto: son los herodianos y los fariseos los que quieren meter en apuros a Jesús. Ambos son colaboracionistas del poder romano dominante, al contrario de los zelotes o de los saduceos que no aceptan este dominio. Quieren que tome partido. Jesús no cae en la trampa, porque su mensaje no es partidista, sino universal y, al mismo tiempo, demuestra que, ante todo, sus seguidores tienen que ser buenos ciudadanos. Proclama, en cierto modo, lo que después el Concilio Vaticano II explicó: la autonomía de la fe con respecto al poder político.

En épocas pasadas se unieron las dos realidades y la consecuencia fue nefasta para la Iglesia, supeditada y dominada por el Estado. Se dio lugar a una situación de "Cristiandad", en la que difícilmente podía darse una personalización de la vivencia religiosa. El cristiano, no obstante, no debe desentenderse de lo que ocurre en la sociedad, porque somos ciudadanos del mundo y hemos aceptado el compromiso de transformarlo según los criterios evangélicos. Hoy se habla mucho de "laicismo". En un sentido positivo puede entenderse como la lógica autonomía entre lo temporal y lo religioso. Pero no lo entienden bien quienes niegan cualquier intervención del creyente en lo temporal y reducen su actuación a lo privado. Entonces caemos en la "laicidad", que trata de encorsetar lo religioso como algo perteneciente al individuo aislado, negando a la fe cualquier tipo de expresión o manifestación. Quien esto hace practica un ateísmo confesional, que impide a los demás manifestar un sentimiento tan humano como es la fe religiosa.

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La expresión "A Dios lo que es de Dios" conlleva reconocer qué es lo que debemos hacer para honrarle y demostrarle nuestro amor: su voluntad es que colaboremos en la construcción de un mundo más humano y esto implica denunciar lo que es injusto, eliminar las estructuras injustas de pecado y comprometerse, tomar partido en el sentido positivo, en todo aquello que realiza al hombre como persona y le confiere la dignidad de hijo de Dios. “La comunidad cristiana debe ser creadora de comunión humana”. Hemos de crear una conciencia de participación y colaboración en las estructuras del mundo: trabajo, comunidad de vecinos.

Nuestra profesión de fe debe dar un testimonio de caridad interna que sea muestra de credibilidad ante una sociedad rota, sectorizada y dividida. Este testimonio es la base de su acción transformadora. Es una comunidad humanizadora del territorio donde los hombres pierden el anonimato, son conocidos por sus nombres, los marginados se integran, se denuncian los racismos, se trabaja por una sociedad basada en nuevos valores. Dentro de toda su acción, destaca el servicio a los pobres, como sello de auténtica evangelización. La comunidad cristiana está llamada a ser la comunidad pública donde el corazón de Dios sigue latiendo en medio de la sociedad y donde es posible dar crédito al amor.

La cercanía y la comunión humanas tienen que ser signos de la comunión en la fe. Humanizar el territorio es hacer presente la salvación, es decir hacer la realidad humana más habitable y más en comunión. La Iglesia no debe cobijarse en sí misma, sino que debe romper sus fronteras para encontrar su campo de acción en el mundo donde está situada. Y en él desarrollar una evangelización tanto por el anuncio explícito de Jesucristo como por el trabajo por un cambio de estructuras sociales. Conocer la persona y el mensaje de Jesús supone la salida al mundo para evangelizar y darle una respuesta cristiana.

“Hay que construir una comunidad capaz de evangelizar a los pobres”. La renovación que pide nuestro tiempo es una conversión clara a los "nuevos pobres" espirituales y materiales y un compromiso en la transformación de las estructuras de pecado que generan la pobreza. Para ello es necesario: educar en la fraternidad y solidaridad, algo fundamental en un mundo que educa en el individualismo y la competencia, y fomentar las actitudes cristianas de denuncia y compromiso. Es dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo suyo. A Dios les damos nuestra vida porque es nuestro Padre y buscamos la fraternidad, buscando el bien común y los frutos de justicia y verdad como Dios espera de sus hijos.

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